Lo que se fue con el Flaco

Sucedió lo inevitable. En realidad, sucedieron dos inevitables concatenados: el Flaco Luis Alberto Spinetta se fue, murió, y también se fue el rock. El problema es que ambas muertes eran previsibles. Los seres vivos se mueren, por lo tanto el Flaco moriría algún día. El rock (todo entero o buena parte, según los criterios de cada cuál) se iba a morir con él, no quedaba otra. Acá nos enfrentamos a un problema que quizás sea generacional y plenamente subjetivo -aunque es probable que no lo sea- y tiene que ver con que la perspectiva de la historia del rock lo pone al Flaco en un plano superior y más allá de las nuevas olas: él siempre fue “parte del mar”, desde que se sentó a componer los temas del primer disco de Almendra, con solo 17 años. ¿Y el problema? En breve, llegamos.

A partir del mismo día de su muerte, las principales radios de rock explotaron en repertorio spinetteano, las radios de AM rindieron sus homenajes (más cerca del público no rockero, con “Muchacha ojos de papel” repetida hasta el hartazgo), la tele presentó mil informes con fotos musicalizadas y los medios gráficos le dedicaron sus tapas, suplementos, toneladas de papel en despedidas y loas que destilaban sincero pesar. Lo que más se pudo leer y oír fueron frases tales como “permanecerá entre nosotros”, “nunca se va ir de nuestro lado”, “lo tendremos cerca nuestro a través de su arte” y mil variaciones al respecto. Por supuesto que resulta emocionante hasta las lágrimas (en mi caso, por lo menos) advertir que hay personas a las que una gran parte de la gente no quiere perder. Pero el Flaco se fue, se murió, ya no está y no va estar más aunque queramos convertir a un artista en su obra, como para dejarlo a nuestro lado todo el tiempo que queramos. No es así, lo lamento tanto… Si así fuera, no estaríamos tanto tristes. Y he aquí el problema: asumir que lo que perdimos es mucho más que un tipo. Se perdió una época, una forma y paradigma, la posibilidad de continuar la revolución. Creo haber escuchado alguna vez de su boca que eso de que todo tiempo pasado fue mejor era una boludez, que lo mejor era el presente (nada raro para un revolucionario permanente, como buen revolucionario), pero hace falta una operación literaria de montaña rusa para justificarlo en este caso. ¿Hubo acaso otro Almendra, otro Pescado Rabioso? ¿Hoy podemos encontrar otro igual, algo parecido en su pulso creador tan vital como sutil y tan sabio como irreverente? ¿Hoy podemos encontrar otro Manal? Y con estos ejemplos me quedo: estoy diciendo, efectivamente, que ese tiempo pasado fue mejor.

Pareciera que sufrimos la gracia-desgracia de que la historia del rock nacional se cruzara, apenas iniciada, con un tipo con el talento, sensibilidad y humanidad de Spinetta. Pareciera que el estándar definido casi desde el vamos fue tan alto que unos pocos pudieron acariciarlo o, de ratos, alcanzarlo. Pareciera… O quizás sea la ilusión que provocan las muertes recientes de los seres queridos.

Pero lo cierto es que a fines de los 60, cuando el Flaco buscaba los acordes de las primeras canciones en su casona familiar del Bajo Belgrano, los músicos que lo trataban, que lo empezaban a conocer, identificaron el fuego sagrado. Era un adolescente tímido que con un par de versos y unos acordes podía impresionar a Pipo Lernoud, a Moris, a Litto Nebbia, a Miguel Abuelo, a todos los socios fundadores rock nacional a los cuales el Flaco, a su vez, admiraba. Los testimonios de época permiten advertir que sus contemporáneos podían detectar fácilmente su genialidad. Rara avis.

En grupo (Almendra, Pescado Rabioso, Jade, etc.), como solista o como si estuviera en grupo pero solista (en el álbum Artaud, por ejemplo), Spinetta demostró que todos los adjetivos que su usan desde el vamos para definir el rock estaban en él: rebelde, actual, disconforme, violento, creativo, deconstructivo, intransigente. Como también se repitió los días posteriores a su muerte, no transó jamás, las modas no condicionaron su producción, no buscó al público, no buscó a los empresarios, no puso delante de sus  metas artísticas la popularidad. De hecho, no fue “popular” hasta el momento de su muerte, quizás hasta que la revista Caras expusiera miserablemente su cuerpo sufrido por el cáncer en una de sus tapas, quizás hasta que llegó el 8 de febrero y todos los noticieros anunciaron su muerte, y las radios FM se colgaron con su temas, todos, cientos y cientos de temas del Flaco sin solución de continuidad. El día 10 de febrero ya había vuelto todo a la normalidad, nada de Spinetta en el aire, las radios exclusivas de rock volvieron a repetir tres o cuatro veces en el día un mismo tema de la banda del momento, como promoción empresarial pautada: ya había pasado la necesidad de compartir/mitigar socialmente el dolor (amplificado por la respuesta mediática, que genera algo así como una “sensación térmica” de angustia). Casi todo volvió a ser como antes del 8 de febrero.

Pero se sabía, desde que empezó a sonar Almendra por los bares porteños de principios de los 70, que esa realidad (toda entera o buena parte, según los criterios de cada cuál) se acabaría en algún momento, que había nacido un rock difícil de continuar, como un animal único que por más que sementara a su antojo seguiría su viaje solo, hasta el final. Ahora queda seguir escuchándolo, seguir “aprendiendo algo nuevo en cada audición de sus temas”, como dijo Charly, pero ya sin la esperanza –mentirosa pero esperanza al fin– de que el Flaco siga jugando con la guitarra todo el tiempo, cambiando el faro, mostrando otro camino que nadie había visto. En fin, que siga manteniendo al rock vivo.

por Armando Doria

Tester de Spinetta

No vamos a venir a descubrir ahora que la muerte es el mejor agente de prensa. Salvada la no-pretensión, vamos al grano. Cada vez que se muere un personaje público y, por lo menos, de relativo éxito, arranca el festival de elogios, loas, reconocimientos. Como en un funeral de héroe griego, los sobrevivientes del difunto compiten en su honor pero sólo con las armas de la pluma y la palabra, muchos movidos por el dolor, otros tantos movidos por el propio ego y la posibilidad de meter un testimonio en algún medio aprovechando la gran demanda inmediata tras la muerte.

Pese a que lo anterior es una crítica, consumí todos los panegíricos escritos y orales posteriores a la muerte de Spinetta, quizás esperando que se active el consuelo de tontos… De esa locura mediática en honor a un tipo cero mediático, resultó que el 98 por ciento de la programación en vivo de la televisión y en el 98 por ciento de la programación radial tuvo informes, datos y testimonios para difundir al respecto. Las radios Vorterix (recién estrenada) y Rock & Pop pusieron al aire temas de Spinetta, uno tras otros, desde el momento en que conoció la noticia de su muerte hasta el día posterior. Las radios de AM también hicieron escuchar al Flaco en mono y el hit de martes y miércoles fue “Muchacha ojos de papel”. La tele armó informes con imágenes suyas. Yo soy un gran consumidor de radio, tanto de AM como de FM. Escucho habitualmente las tres (ahora cuatro) radios de rock (y similares) que están en el dial, y las escucho desde hace muchos años. Ninguna suele pasar temas de Spinetta. Hasta el día de su muerte, su música prácticamente no sonaba en las radios, ni siquiera en las que eran de “puro rock nacional”. Casi nada le interesó nunca a la mayoría de los programas, de los musicalizadores y de los empresarios de radio. Casi nada de los 40 discos de Spinetta.

Fundador, referente, genio, inspirador se le dijo a Spinetta en estos días. “El músico más influyente del rock nacional”, se leyó y escuchó como sonsonete. Pero si nos remitimos a Google y hacemos una búsqueda de las palabras “descargar discografía” sumado al nombre de un músico equis, obtenemos 117.000 resultados para Spinetta, 224.000 para Los Redondos, 292.000 para Leo Dan y 452.000 para La Mosca. Si queremos descargar la discografía de Spinetta, podemos chusmear entre 160.000 links, pero si queremos descargar la discografía de la banda (nacional) Airbag, podemos hacerlo entre 1.450.000 links.

Claro que estas cifran no nacen de un estudio serio, pero aporta a la hipótesis de que mientras media Argentina repite discursos acerca de lo fundamental del legado del Flaco, son muy pocos los que disfrutan de su música. Si la realidad del ascendente y popularidad del Spinetta vivo hubiera sido la que resonó durante la semana pasada, habría vendido más discos que Soda y llenado 20 estadios de Vélez, no apenas uno. El que resuena en estos días es el rumor del Spinetta recientemente muerto, o la noticia de su muerte. Si bien Google encuentra 117.000 links escribiendo “discografía spinetta”, es otra la cifra al buscar “murió spinetta”: 4.110.000 resultados.

La resonancia se va ir acabando junto con la infausta noticia. En pocos días vamos a tener verdadero culo si enganchamos “A Starosta, el idiota” en cualquier radio, sea o no sea del palo.

por Armando Doria

SPINETTA EN SUS PALABRAS

En septiembre de 2008 la revista Roling Stone publicó una notable entrevista de Claudio Kleiman al Flaco. Si tienen ganas, la pueden descargar de acá mismo.

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