Las historias detrás de los 11 de memoria

Treinta segundos atrás la voz de Lucía Barbuto, presidenta de Banfield, temblaba y se trababa. Ya no. Después, directamente se quebró y lloró. Y, como pudo, metió una de las frases de la noche: “En nombre de todo el club quiero pedir perdón por haber demorado esto durante tantos años y haber mantenido esta deuda con la historia, con los familiares y con los socios y las socias que pelearon por un mundo mejor y que amaron este club como lo amamos nosotros”. Aplaudieron de pie unas 450 personas.

“Esta deuda” es la que Banfield tenía con sus socios/as detenidos/as-desaparecidos/as y víctimas del terrorismo de Estado. El club los había dado de baja del padrón, sin que alguna de las razones que justifican ese paso administrativo cuadrara: no renunciaron, no fueron expulsados, no dejaron de pagar la cuota por propia voluntad ni están muertos, según jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

“Los 11 de memoria” fue el futbolero nombre que tomó la iniciativa para reasociar a esos hinchas de Banfield víctimas del Estado genocida que (mal) gobernó el país en parte de los 70 y los 80. Y la AFA se comprometió -en una carta firmada por Claudio Tapia, su titular- a “impulsar y apoyar toda acción similar” en los demás clubes.

El acto había comenzado con un video en el que 11 futbolistas de los planteles masculino y femenino nombraron a cada una de las víctimas del terrorismo de Estado, a modo de formación. Ese equipo, el de “Los 11 de Memoria” es este:

– RAÚL CECI. Fue militante popular y cantautor. Antes, pasó por las inferiores del club, y hasta integró la 3ra división, donde lo llamaban “El Patón”. Su padre fue dirigente del club. Es uno de los desaparecidos del ENAM. Sus letras de protesta lo convirtieron en un referente de lucha y compromiso solidario. Fue secuestrado en un bar de Remedios de Escalada a los 28 años, en mayo de 1977. Esa esquina de donde se lo llevaron ahora lleva su nombre, por decisión del Concejo Deliberante lanusense.

– RICARDO CHIDICHIMO. Meteorólogo, piloto civil, logró evitar una vez su detención cuando pudo decirle la formación del equipo a la Policía, que no le creía que estaba camino a la cancha. Era militante de la JUP. Fue secuestrado en Ramos Mejía en noviembre de 1976. Su hija Flor lo recordó en un poema: “te buscamos en los rincones del recuerdo que resisten al olvido,/olvido feroz que acecha a este mundo, ciego y cansado”.

– GERMÁN GAVIO. También estudiante del ENAM, supo tener el número de socio 11.713. Fue asesinado el 25 de mayo de 1973, cuando apenas tenía 16 años, el día de la asunción de Héctor Cámpora. Vivía enfrente de la cancha. En su entierro en el cementerio de Lomas de Zamora habló el padre Carlos Mugica. Su sobrina Analía es ahora responsable del área de Género del club.

– ALEJANDRO HANSEN. Vivía pegado a la sede social. Fue secuestrado a los 27 años, en abril de 1977, en Temperley. Le decían “el Ronco”. Sus restos fueron identificados por el Equipo Argentino Antropología Forense (EAAF) en 2006. Días antes de que su familia recibiera este carnet fue homenajeado en un mural en Temperley.

– ROBERTO MATTHEWS. Boby era de Banfield, fondista y técnico en motores diesel. Fue secuestrado en septiembre de 1974, en una casa de Villa Luzuriaga. A los hermanos Matthews los retaron una vez en un Banfield-Independiente porque eran chicos y quedaron en medio de algunos choques entre hinchas. Los dos eran sobrinos-nietos de un campeón de 1920. Algunos años después, Boby se enojó cuando Banfield desarmó el gran equipo de 1962.

– ALBERTO PERA. Fue asesinado en febrero de 1975 en su casa de Monte Grande. Tenía 29 años y había vivido hasta 1972 en Banfield. Terminó el secundario en el Instituto Lomas, porque quería estudiar de noche para trabajar y militar durante el día.

– MARIO PIERREPONT. De chico, Mario sufrió por Banfield y gritó sus goles con Ricardo, su papá. Su falta de pie para el futbol lo empujó a ser un arquero tenaz; su ídolo fue Eriberto Righi. A los 18 empezó Arquitectura y decidió trabajar de tornero, para no andar teorizando sobre el proletariado. Se enamoró muy joven de Mónica Ortega, su compañera en la militancia y en la vida. El 25 de febrero de 1978 apareció en su casa un camión del Ejército Argentino. Mario, Mónica y sus amigos salieron pacíficamente con dos bebés en alto y pudieron convencer a los represores de dejar a su hijo Pedro en manos de una vecina.

– LEONEL SAUBIETTE. Forjó sus valores en la familia banfileña. Sus ideales lo llevaron a militar desde muy joven, y su compromiso con la verdad a estudiar Periodismo en la UNLZ. Es parte de la llamada “división perdida” del ENAM. Fue jugador de voley en Banfield. Los genocidas lo secuestraron en la estación de tren de Bahía Blanca, después de terminado su servicio militar, en 1975. Lo decían entonces “el soldado rojo”.

– SILVIA STREGER. Es la protagonista de la historia de la trenza, que Banfield x los DDHH hizo propia. Estando secuestrada en el Pozo de Quilmes le envió esa trenza en verde y blanco a su cuñada, presa en la cárcel de Devoto. Eligió los colores como confirmación de su identidad. También alumna del ENAM, fue secuestrada en septiembre de 1977. Hermana de Eduardo, otra víctima del terrorismo de Estado, fueron hija e hijo de Jaime Streger, ex secretario del club.

–  EDUARDO STREGER. Le decían “El Fino”. Hermano de Silvia, era músico -tocaba guitarra y piano- y fotógrafo amateur. También fue alumno del ENAM. Por supuesto también de la mano de su papá creció su amor por el verde y blanco. Fue secuestrado en mayo de 1977. Unos días después se llevaron a su esposa.

– JOSÉ PABLO VENTURA. El “Tala” fue dirigente estudiantil en el ENAM, estudiante de Derecho en la UBA y dirigente nacional de la Juventud Universitaria Peronista. La dictadura cívico-militar lo asesinó en enero de 1977. Banfield ya lo había homenajeado con una placa en la platea.

Por Ariel Bargach.
Periodista y docente, integrante de la Coordinadora por los Derechos Humanos del Fútbol Argentino.