¿Por qué Rian Johnson lo estropeó todo?
Pasaron ya varios meses del estreno de “Los últimos Jedis”, la octava película de la saga de Star Wars, y aún nos queda en la cabeza sonando los giros argumentales que, al parecer de muchos, no tienen precedentes.
La séptima entrega, tal vez la más esperada de todas las que sucedieron a la película de 1983, ya que devolvía a la pantalla a los viejos ídolos de antaño, nos dejó un sabor dulce al ver la tradición y una coherencia argumentativa que repasaremos en éste artículo. Tal vez algunas fallas o ligerezas argumentales, como porqué Rey pilotea el Halcón Milenario o usa tan bien un sable láser sin haber sido entrenada, o como puede la Primera Orden aniquilar tan fácilmente a la nueva República, que esta vez contaba con tan sólo cinco planetas. Pero si obviamos eso, todo es genial.
Sobre todo al encontrar el mito del eterno retorno que la tercera trilogía repite en relación a la primera: otra vez un “elegido” perdido en un planeta desierto, otra vez un droide que esconde un mapa supersecreto, otra vez un planeta destructor de planetas, otra vez uno bueno que se hace malote, y lo mejor de todo: otra vez un maestro Jedi en el exilio.
A esta ensalada se le suma volver a ver a Han, Chew, Leia, R2, y conocer a un Stormtrooper que resulta que era humano, un piloto súper hábil y a la supuesta hija perdida de Luke, que en el ahora desaparecido universo extendido de George Lucas era varón y se llamaba Ben -ahora es el hijo de Leia y Han- por lo que el personaje de Rey podría ser el de Jaina, hija de los Solo antes. Y la que es para mí la aparición más rutilante de la nueva trilogía: BB-8.
El eterno equilibro de fuerzas era de esperar. El reinado del bien ha quedado en lo que pueda ser una serie o una interprecuela entre los episodios 6 y 7. Ahora los malos vuelven a ascender y como antes, hay que hacerlos bajar.
Pero dos años más tarde llegó como director y guionista Rian Johnson a dejar sin respuestas a un público que esperaba algo de lo que tuvo en la espectacular segunda entrega de la primera trilogía (la de Hoth, Joda y Han congelado). La película de Johnson como unidad es muy buena, entretenida y bien producida, pero en el relato histórico de la saga es mala. Tal vez los pasos de comedia son permeables a criticas esperables, no sólo por qué se rompe la tradición del humor de Star Wars, antes encarnada por personajes secundarios a excepción de Han Solo en la primer trilogía y Obi Wan en la segunda, sino porque se excede en cantidad y forma. Tal vez el desprecio de Luke por el sable láser que le entrega Rey sea el más torpe de todos.
Pero los giros argumentales inesperados nos dejaron con esa sensación de vacío, más luego de que J.J.Abrams dejara tan bien marcado el camino en la séptima entrega. Claro que todos esperábamos la confirmación de que Rey es la hija (no legítima, según los preceptos Jedis) de Luke, tal como Vader se lo anuncia a él en la segunda película. Pero ojo, la confirmación de que en realidad Vader tiene dos hijos y no uno sólo llega en la tercera entrega, lo que tal vez termine siendo un punto en favor de Johnson. Ni es necesario aclarar que nos resultan absurdas otras teorías que se comentan entre fans, aun la de que es una simple hija de chatarreros que la abandonaron.
Tal vez el vacío más importante sea la inesperada muerte de Snoke, el enigmático líder supremo de la Primera Orden. ¿En serio Kylo Ren ahora es la máxima autoridad de la nueva dictadura?¿No era necesario responder a si era o no Darth Plageis, el personaje de las novelas que es ligeramente mencionado por Palpatine en Episodio III?. Y por último, la inesperada y absurda muerte/desaparición de Luke en el exilio, de la cual me permito dudar como as en la manga para la novena entrega.
Ni si quiera Mark Hamill, quien interpreta a Luke desde hace 40 años, estuvo contento con su rol, ya que en las vueltas de prensa de la película expresó “Le dije a Rian ‘Los Jedis no se rinden. Quiero decir, aún si tuvieran un problema se tomarían un año y luego regresarían, pero si cometió un error intentaría cambiar lo mal que hizo’. Así que ahí hubo una diferencia, pero no es más mi historia. Es la de alguien más y Rian necesitaba que el final sea efectivo. Luke nunca diría eso. Lo siento”.
A todo esto, hay que recordar la patética línea argumental en la que se desperdicia el personaje de Finn con su viaje para encontrar a Benicio Del Toro, en una escena que recuerda a lo peor de la segunda saga.
Riancito nos dejó sin herencia skywalkerliana, sin un malo temible y sin el Jedi más admirado por la generación de la saga original. Y para colmo, habrá que pensar qué hacer con el personaje de Carrie Fisher luego de su penosa desaparición.
Se abrirá aquí el nuevo debate si los seguidores de la saga tienen o no derecho a opinar lo que quieran sobre los realizadores, tal como Bart le dice al vendedor de historietas “te dan cientos de horas de diversión a cambio de nada, ¿Qué puedes reclamarles?”. Pero está claro que Johnson se convirtió en el peor guionista de Star Wars, con la sorprendente anuencia de Disney, y es Abrams quien tendrá que volver cual bombero a encarrilar esta historia en la película de 2019.
¿Serán Kylo y Rey primos?¿O cómo se insinúa en el delirio de Johnson pasará algo entre ellos?. ¿Reaparecerá Luke como lo hizo Obi Wan y ahora Yoda –en esta sí, gran acierto del guionista/director en incluir al gran maestro en su versión títere en el primer templo Jedi- o hay algo preparado para devolverlo a la acción tan poderoso como se lo vio en la lucha con Kylo?. ¿Aparecerá Leia o habrá otro rudo giro argumental?.
Si la primer trilogía fue genial, aunque ingenua en limitaciones de la época, y la segunda regular con toda la tecnología a la mano, la tercera está por definirse según puedan reencaminar el espíritu de la película original y tenga, por fin, un argumento sólido. Que la fuerza nos acompañe.
Por Hernán Bañez.