La Patria Chica

libro5Fútbol y barrio, césped y cemento, bares y amores. Banfield se compone de muchas cosas. Nos caracteriza una identidad como pocas, y así como tenemos calle, también tenemos escuela.

En la entrega de esta semana de MOEV, vamos a compartir la obra de Luís Mera, que es historiador, profesor y escritor “en general de ensayos (foto) aunque ahora me vuelco a los cuentos de realidad ficcionada tipo realismo mágico” nos cuenta Luís. Además se desempeña como directivo en colegios secundarios y como docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Tiene 52 años de edad y es socio vitalicio desde el 2001. “En 1970 me gané una beca que daba el club al mejor promedio de cada primaria”. Hoy cuenta con una suficiente cantidad de cuentos cortos y relatos referidos a Banfield como para publicar un libro al respecto. Luís tiene cuatro pasiones “Banfield, la historia, leer, y mi sobrinita, Carolina Melanie, de 7 años”.

Aquí compartiremos uno de los cuentos que nos envió, “La Macondo del Plata”, que trata sobre la historia de nuestra patria chica. Este texto es parte de la obra de otro banfileño que nos llena de orgullo y nos representa como lo merecemos.

 

La Macondo del Plata – de Luis Mera

Seguramente el atento lector se preguntara, con lógica razón de su parte, como puede hablarse de una Macondo en la Cuenca del Plata, ya que aparentemente poco tiene  en común nuestra pequeña ciudad bonaerense con el celebre pueblo caribeño que hiciera famoso en todo el mundo la pluma del autor de Cien años de Soledad

Le pedimos al amable lector que tenga paciencia, que disminuya un tanto su ansiedad, que recuerde que Napoleón sabiamente señalaba: “La prisa nunca es buena consejera”. Que crea que realmente existe una conexión entre ambas alejadas ciudades, aunque a priori parezca inverosímil, pero que ya llegaremos en el texto a demostrarlo.

Mientras tanto señalemos que el gran innovador colombiano transita dentro del genero conocido como Realismo Mágico,-que sustento el boom de la literatura latinoamericana de los ’60 y ‘70-, Gabo lo ha descrito como “una manera de escribir en la que se destruye la delgada línea de demarcación que derriba lo que parece real de lo que parece fantástico. Es decir, se deben volver verosímiles las cosas que menos lo parecían”.

Empecemos entonces la tarea hablando de nuestra querida ciudad sureña, para ello debemos remontarnos un par de siglos atrás. Como sucede en casi todas las enormes urbes de Latinoamérica nuestro país presenta un insalvable contraste entre el lujo y el derroche de la city por una parte, y la denigrante pobreza en que desarrollan su vida los moradores de las provincias del interior. Esta desigual ecuación provoca una lógica atracción de estos por parte de Buenos Aires, produciéndose una irrefrenable oleada migratoria en busca del Dorado que ofrece la atractiva polis, aunque las mas de las veces sus sueños se frustren.

En nuestro país la crisis del ’30 produjo un fenómeno de esta naturaleza en el que miles de humildes campesinos abandonaron sus misérrimos pagos –ante la falta de una perspectiva laboral, marchándose a la Capital, sus escasos recursos los obligaron a ocupar tierras fiscales en los alrededores de la Reina del Plata. Este, en realidad, es el verdadero origen de las Villas miserias, y no como sostiene algunos ignorantes del problema –o acaso algún malintencionado- que le atribuyen a Perón el haber traído a los cabecitas negras desde las provincias; recordemos que el primer asentamiento precario data de 1930 –Villa Desocupación, en Retiro-, es decir quince años antes que el mítico Coronel llegara a la Rosada.

Como todas las ciudades vecinas Banfield se asienta sobre un típico relieve de pampa húmeda, gozando de un clima templado – una media anual de 23°-; los vientos son escasos, del suroeste en primavera y del sureste en verano. En las raras ocasiones en que este sopla con fuerza      los animales buscan la protección de los árboles, los pájaros, en cambio se esconden entre el follaje: ahuecan sus alas y erizan las plumas, hasta los insectos buscan refugio entre las hojas; las lluvias nunca superan los 900 milímetros anuales, tal vez lo único fastidioso en ella sea la elevada humedad ambiente dada la cercanía con el río de la Plata. Una innovación paisajista reciente la constituyen una serie de emprendimientos inmobiliarios, consistentes en levantar un conjunto de torres que le están cambiando el aspecto de pueblo de casas bajas, como lo bautizo el oriental Víctor Hugo Morales cuando la conoció en la década del ’80.

Para la época colonial la zona era explotada por sus escasos moradores, aprovechando las optimas condiciones naturales para la crianza de ganado vacuno, del cual extraían el cuero, lo curtían y enviaban a la capital, además elaboraban charque –carne salada- que exportaban en toneles a las fazendas esclavistas del sur del Brasil.

Para la segunda mitad del siglo XIX, en épocas del presidente Mitre, la región cobro un especial impulso a partir del trazado del ferrocarril –de capitales británicos- conocido como el “Gran ferrocarril del Sud”, inaugurado en 1865, que comunicaba la imponente estación cabecera de Plaza Constitución con la, entonces, inhóspita ciudad de Chascomus; la modesta “trocha ancha” permitía el intercambio de las manufacturas que la Rubia Albión enviaba desde Londres hacia la pampa, así como acercaba los productos y subproductos que la floreciente ganadería local, provenientes de las diversas chacras de la zona, enviaba al puerto. Para la época los tambos y las chacras, dedicadas a la producción de verduras, le daban un tono bucólico al paisaje lugareño

El primer dato fidedigno que tenemos sobre nuestra ciudad es un aviso publicado por la inmobiliaria Bullrich, que apareció en el diario La Prensa el 15 de agosto de 1873 el cual ofrecía “Mitad al contado y mitad a seis meses, terrenos sin rival. Tren gratis y cerveza. el loteo de 417 solares altísimos, abovedados y rodeados de paraísos, ubicados entre las actuales Hipólito Yrigoyen y Alem, y desde Larroque a Uriarte. Escrituras gratis. Domingo 17 del corriente a las doce en punto.”. Los archivos de la inmobiliaria señalan a don Alejandro Tabaco como el primer adquirente, el pionero en realidad, quien el 19 de agosto se transformo en propietario legal de un predio en Banfield. Don Alejandro se dispuso a la semana de comprar el lote a construir su casa, para ello contrato una cuadrilla de obreros que debían cavar un hondo pozo para asentar allí los sólidos cimientos, a las dos horas de iniciada la tarea un grito estremecedor atronó en las cercanías del hueco

-Dios mío un aparecido-se oyó

Apresurado, el dueño corrió hacia el lugar y observo la inconfundible figura de un cráneo humano semienterrado, inmediatamente ordeno

–Sáquenlo, pero con sumo cuidado, no quiero que se rompa –su interés en preservar la pieza se fundamentaba en que a el  desde siempre le había gustado coleccionar objetos antiguos.

Luego de un moderado tiempo de trabajo el cráneo, bastante abovedado y de tono algo cobrizo, logró salir intacto del pozo , tan solo con algo de tierra pegada a el. Tabasco la

Observo durante algunos minutos, y luego se dirigió a un charco cercano para lavarlo, por un momento le pareció oír voces pero pensó que eran la de los albañiles, quienes charlaban entre ellos en voz alta despreocupados del importante hallazgo.

De pronto, al estar a solas con el cráneo, oyó claramente una especie de sonido espectral que le susurraba:

-Gracias señor por librarme del cautiverio.

-Pero quien habla-dijo Alejandro- pensando que algún albañil le gastaba una broma; por lo que decidió hacer silencio , entonces oyó nítidamente que el cráneo le decía

-Soy yo señor, en vida fui el jefe de los guaraníes, el cacique Telonian Candie, mi pueblo me llamaba el Príncipe.

-Y desde cuando estas enterrado allí, pregunto el pionero de Banfield.

-Pues mira, ninguno vive la vida que pierde. El tiempo mas largo y el mas breve son iguales, pues a nadie pueden quitarle lo que no tiene. El presente es de todos. Nadie pierde lo que no tiene, es decir el pasado y el presente.

-Bueno déjate de filosofar ya sobre el tiempo, y dime, en concreto, cuanto llevas enterrado bajo la tierra

-Desde 1594, cuando fallecí en Brasil huyendo de los conquistadores españoles.

-Pero entonces tu eras alguien importante?.

-Señor, tuvimos diez años en jaque a los españoles, quienes nos derrotaron en la batalla de La Matanza, no pudimos hacerle frente a sus cañones, caballos y sanguinarios perros

-Y que hicieron después?

-Los escasos sobrevivientes fuimos vendidos como esclavos a Brasil, pero al tiempo logramos escapar y empezamos a malonear en la frontera.

-Y por que moriste en Brasil?

-Señor, mis guerreros fueron diezmados por la viruela, yo me salve por la acción protectora de los dioses, entonces decidí huir a la selva del Matto Grosso para estar a salvo de los blancos.

-Y como llegaste finalmente aquí?

-Les pedí a mis nietos que cuando me llegara la hora final me enterraran donde había nacido, pero aun falta algo para que regrese para toda la eternidad al espíritu del altísimo Tupa

-Y ese quien es?

– Es el Dios supremo, Señor, creador de todo lo que existe.

– Y dime como llegaras a el?.

-A través del fuego señor, las llamas purifican el alma.

-Entiendo, entonces dime que debo hacer yo con tu cráneo?

-Quemarlo Señor, es la costumbre de nuestros ancestros.

Cumpliendo con los deseos del Principe, don Alejandro tomo una serie de ramas secas y un

fósforo para encender una gran fogata, que en poco tiempo convirtió en una pila de cenizas los restos de Telonian. Mientras las llamas hacían lo suyo, el pionero de nuestra ciudad oyó que del interior de la escoria emergía una voz que le agradecía:

-Gracias Señor, eres el único hombre blanco confiable que conocí en mi vida.

Cambiando de tema nos vamos a dedicar a narrar otro hecho extraño, resulta que todas las tardes a las cinco en punto –tal vez queriendo imitar la puntualidad británica- se acercaba al pueblo una enorme manga de langostas ciegas,-si eran efectivamente ciegas, el lector no leyó mal- que se posaban sobre las chacras exuberantes de maduros maizales, en cuestión de minutos estos depredadores insectos arrasaban con el producto del trabajo de todo un año de los granjeros; con lo cual eran una recurrente plaga para ellos.

Uno de ellos, el viejo Eustaquio Tamales, logro en una oportunidad atrapar una langosta justo antes de que remontara el vuelo de la fuga –seguramente su estomago rebosante de alimento le lentifico sus movimientos; don Tamales había oído contar hacia mucho tiempo a un mulato mendigo una vieja historia lugareña, en la nefasta época de la fiebre amarilla, que sostenía que estos insectos eran en realidad ciegos –por supuesto que todo el pueblo se mofaba de el- y que realizaban su voraz tarea siguiendo a su infalible instinto. Para comprobar la veracidad de la misma Eustaquio –que era bastante crédulo respecto de las leyendas- decidió poner al bicho bajo la certera observación de una lupa para comprobar la veracidad de lo que aseguraba el anciano mulato.

El atento observador pudo comprobar que ese perverso ser además de ser ciego carecía de ojos. A partir de ese día Eustaquio comenzó a apiadarse de ellas, pese al enorme daño que causaban a la economía de los productores agrícolas de Banfield. El nunca entendió demasiado bien como podían realizar tan eficientemente su demoledora perfecta tarea sin contar con los necesarios ojos. Verdaderamente se trataba de algo mágico, que nos volvía a emparentar con la caribeña Macondo.

Mientras este portentoso suceso se desarrollaba las autoridades del Ferrocarril Sud habían decidido crear una nueva estación entre las de Lanus y Lomas de Zamora –en realidad se trataba de una modesta casilla de madera situada en el cruce de las actuales Alem y Vieitez-, a la que le colocaron el nombre de Banfield en homenaje al recientemente fallecido ex gerente de la empresa. Si tenemos en cuenta que este nunca había habitado esa zona aparece un nuevo elemento mágico: Como alguien puede no haber vivido en un sitio que lleva su nombre a modo de galardón hacia su persona?. Dejemos que el genio de Gabo se encargue de explicar este verdadero galimatías.

Ahora bien señalemos que meticulosos y confiables historiadores británicos porfían en sostener que el mítico Edward Banfield no murió parta esa época, sino que vivió oculto en el pequeño condado de Gloucester –en el país de Gales- donde sobrevivió hasta los 108 años, rodeado de sus nueve hijos, veinticinco nietos y treinta y cuatro bisnietos. Estos afirma, contradiciendo la historia oficial, que Edward nunca pudo reponerse totalmente de un accidente ferroviario que tuvo el desagrado de presenciar en las cercanías de la estación de Temperley en agosto de 1871, en la que una formación descontrolada arrollo a una joven mujer y a su pequeño bebe. Con gran sentimiento de culpa –“para esto sirve el Progreso?” escribió a su mujer Margaret- cayo en un profundo pozo depresivo, aunque ninguna culpa tuvo en el evento, que le ocasiono una gran fobia con el caballo de hierro.

Totalmente agobiado –hasta pensó en el suicidio- urdió una astuta, y casi increíble, maniobra: pretextando una inexistente tuberculosis pidió licencia como gerente y regreso a Londres; Su primo el doctor Arnold Wilmore –inseparable compañero de andanzas en la añorada niñez- se encargo de enviar a las autoridades de la empresa ferroviaria un certificado de defunción. Las autoridades del Ferrocarril Sud hicieron publica la noticia a través de los grandes diarios porteños, lamentando la irreparable pérdida.

En la actualidad los lugareños continúan utilizando este mismo ferrocarril, aunque funcione en peores condiciones que en la época británica, para llegar en menos de quince minutos a la gran aldea en la cual cumplen sus rutinarias labores comerciales o administrativas, así como para utilizar sus servicios hospitalarios o simplemente gozar de las innumerables atracciones que ofrece Buenos Aires. Esperemos que con este relato hayamos conformado al lector que se preguntaba ¿cuál es el nexo que emparenta a ambas ciudades?, la respuesta es que en las dos aparece periódicamente la magia.

Para conocer más de Luís ingresá a su sitio oficial: www.luismera.com.ar