Alguien que anda por ahí

Al encuentro del vecino

cortazar2El encuentro con Julio Cortazar empezó en la adolescencia, a principios de los 70′, sus cuentos me llevaban a mundos fascinantes, ámbitos sin fronteras, espacios atemporales que atesoraban realidades impalpables y fantasías concretas, indiscutibles, absolutas.

Ahí radicaba la atracción, el no saber donde empezaban y terminaban las verdades abstractas y las materiales. En ese mundo sin limites me sentía cómodo y satisfecho, pero rápidamente empezó la curiosidad por el hombre Julio Cortazar, su vida, su trayectoria y sus compromisos, entonces creí necesario ir a buscar su casa de la calle Rodríguez Peña, su casa de infancia, la casa de Las Hormigas, la casa, ni mas ni menos de Casa Tomada; por el empedrado de Rodríguez Peña ardía el verano, el sol brillaba hasta nublar la vista. Ahí estaba la casa. La casa de la familia Cortazar, desde donde Julio habría emprendido cientos de veces el recorrido hasta la lejana Escuela N° 10. La visita fue de día, ya que esa época de su literatura la imaginaba con el sol del verano.

La noticia de la muerte de Cortazar me sorprendió una tarde de invierno en un bar de Perpignan, desde ese instante sentí la necesidad de volver a su encuentro, pero esta vez seria en Paris.

Pasaron  muchos años hasta que fuera a la capital de Francia, llegue de día, y la impresión fue fuerte, pero recién al caer el sol sentí que la ciudad contenía toda la fuerza, la sutileza, y la magia que la literatura de Cortazar me habían transmitido, estaba claro que si la casa de Rodríguez Peña me sugería verano y cierta letanía suburbial, calor y empedrado, el Paris del escritor era casi lo contrario, era de noche, de invierno, solitariamente urbano y bohemio, como un tango en Buenos Aires.

Desde el principio supe que estaba enterrado en el cementerio Montparnasse, sector 3, parcela 3, pero preferí ir a su encuentro en las calles, en los bares y restaurantes donde lo imagino construyendo su obra parisina, dejando la visita de su tumba para mas adelante.

cortazarEs por las noches que se manifiesta el encuentro, cuando paseo por el barrio Montparnasse, el barrio de la gente de letras en  los años 50′, donde Cortazar y sus personajes paseaban todas sus vivencias. Cuando vuelvo en coche por la Rue Vaugirard y lo imagino envuelto en una nube de humo en un sobretodo larguísimo para cubrir su humanidad, cuando cruzo la Rue Alessia, la calle de tantas citas y hoteluchos de paso, cuando paso por la puerta del Polidor en el Barrio Latino y lo imagino comiendo de espaldas a la calle, sentado solo frente a un espejo: lo imagino en todas las circunstancias de sus personajes, y veo a sus personajes que pueblan las callejuelas, los bares de cognac y faso, las calles frías del invierno.

También lo presiento solo, debatiéndose entre la satisfacción por la Revolución Sandinista y el horror de la dictadura en Argentina, Cortazar lucha denodadamente por la ilusión en Nicaragua y contra la infamia en su país… el vaivén de sus últimos años, el compromiso del hombre que, como en su obra, se mueve entre el sueño y la pesadilla.

Ahí siento más que nunca su literatura, su estilo, tan ligado a Banfield, como a Buenos Aires y a Paris sin dudas. Su infancia, su juventud, su madurez.

Cortazar será eterno. Su obra envejece cada vez mejor, se bonifica con el paso del tiempo como un buen vino tinto. Ahí esta Julio Cortazar, en las esquinas de Paris o en cualquier boca de metro, esperando que vayamos a su encuentro.

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Esta valiosísima crónica nos llega desde Europa, por un “corresponsal” que tenemos los banfileños. Néstor Nocera es alguien que anda por ahí, tras los pasos de Cortazar en Paris. Vivenciando en su propia piel los lugares donde Julio hizo impronta en la cultura no solo argentina, sino mundial. Néstor insistió en “hacer un aporte sin la pretensión de tildarlo de cultural” y agrego, con mucho humor, que “los riesgos de la inclusión de mi nota en un suplemento de estas características corre por cuenta de los responsables de la misma, a las claras, gente entusiasta” pero vaya que igualmente hizo un aporte a MOEV.

Tiene 52 años y llegó a España en el ´81 “salí de Argentina el 21 de enero del ´81… ¿Te dice algo la fecha?”. Nos cuenta además que “El amor me arrastro a Francia en donde funde una familia con Michele, que tenia una hija, Pascale, que hoy nos ha hecho abuelos de Guillem y Melisa que viven en Barcelona”.

¿Que nos podes contar de vos, de Banfield y de tu vida en el viejo continente?

Cuando nací vivíamos en la calle Gascón casi esquina Belgrano. En Europa viví en Barcelona, Málaga y actualmente en el sur de Francia.

Mi amor por Banfield es cultural y viene de familia, ya que todos eran del Taladro. Se amaba al Club tanto como al barrio, eran indisolubles. Ya de chico me llevaron a la cancha, a principios de los 60′. Y no olvidaré nunca el nudo en la garganta cuando Lencho Sola (amigo de la familia) me llevo de la mano desde la platea al vestuario, ahí se preparaban para entra a jugar el Mono Zarate, el Nene Maidana, Nelson López, Anacleto Peano, Righi, el Gallego Vázquez. Me los presento uno a uno y yo con mis 7 u 8 años los saludaba sin poder pronunciar una palabra.

Recuerdos tengo infinidad, tantos como sensaciones…gritos de gol y alguna lagrima de amargura, pero da igual, nuestro CLUB va a los 114 años, años de lucha pero de amor, porque Banfield somos todos, todos llevamos un pedazo en nosotros, y lo llevamos ahí donde el destino nos haya puesto, ni mas ni menos.

Por eso nosotros, aquí lejos, nos sentimos tan bien de representar a nuestro CLUB, y llevamos a la Peña Taladro Europeo, allí donde sea necesario: Al Mundial de Alemania, al las pantallas del Canal Plus España, a todos los torneos de Peñas Argentinas. De hecho llevaremos la bandera del Taladro al próximo partido de la Selección contra España, siempre estamos, dejando los colores del Taladro lo mas alto posible

Para ver el sitio de la Peña Taladro Europeo: www.eurobanfield.com
“Alguien que anda por ahí” es un libro de Julio Cortázar de 1977.