Por Hector Giambuzzi.
Se acaba uno de los inviernos más crudos de los últimos años y con el se va diluyendo la paupérrima imagen que dejamos en el monumental.Los primeros rayos de sol de la primavera comienzan a asomar sobre la ciudad más linda del Gran Buenos Aires y renueva ilusiones, sobre todo para aquellos que somos eternos soñadores, ese sueño que se hace realidad todos los fines de semana, a veces agradables y otras convirtiéndose en verdaderas pesadillas.Tres largos meses nos generaron una ansiedad incontrolable. Para los que amamos este deporte es mucho tiempo sin poder expresar ese sentimiento inexplicable, ya pasamos una cita con alegría, pero las otras dos nos dejaron un sabor amargo, doloroso, que queremos dejar en el olvido.Se viene Colon y la ilusión se renueva, los preparativos previos de aquellos que creemos en falsas costumbres que supuestamente nos dan las fuerzas suficientes para que un remate rival pegue en el palo y se vaya afuera, que nuestro delantero en una pirueta extraña la mande adentro, que la magia del 10 dibuje piruetas indescriptibles en el campo de juego y que nos abracemos a esos amigos que nos da el lugar que ocupamos en la tribuna desde que nos llevaba el abuelo.En nuestro interior se juega un partido imaginario, tal vez se haga realidad y este fin de semana sea el tan esperado, con el sol pegándonos en a cara, y desde el campo varios pibes de inferiores robándonos una sonrisa y haciendo nuestro sueño realidad.Llega el fin de semana, arranca con gran expectativa y una gran ilusión y la esperanza de terminar con gran alegría. Vamos Taladro, vamos los pibes, nuestros sueños están en sus pies.