miércoles, 25 de junio de 2008 - 16:15

Parece mentira, ya pasaron 15 años

Por Gustavo Santillán y Rodolfo Morel. El chaqueño Mamani fue. O vino. Depende quien lo vea. Para Rodolfo y todos aquellos que tuvieron la suerte de estar en el Estadio Mundialista de Córdoba esa fría tarde del Sábado 26 de Junio de 1993, Mamani, delantero rival, venía caminando para ejecutar ese penal, que sería el último, en el arco más cercano a la parcialidad banfileña. Rodolfo lo recuerda muy bien. Estaba arrodillado en el frío cemento cordobés con sus jeans gastados, esperando el milagro. Para Gustavo, en realidad el tipo iba. Al igual que Rodolfo, Gustavo recuerda bien la situación. Hacía frío y había una especie de niebla. Estaba en el predio de Luis Guillón y había jugado un partido de fútbol mientras escuchaba las radios que traían novedades desde la Docta.
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Pero hay que volver a Mamani, a esa caminata eterna, a ese suplicio con forma de partido, a ese año de trabajo resumido en una final para el infarto. Gustavo estaba sentado en las escaleras de ingreso a los baños del fondo del Predio. Solo lo acompañaban sus 11 años y una vieja radio portátil roja y negra que su papá le había prestado. El dial estaba clavado en Radio Rivadavia. Rodolfo estaba desconcertado por tantos nervios, que eran puñales a esa altura de la tarde. Tantas veces había estado Banfield al borde del precipicio que él ya había perdido la cuenta.\nMamani. ¿Te acordás de Mamani? Delantero bajito, morochito, casaca Nº 7. Ese que en el final del PT, entrando por el carril del 8, había pegado en el parante derecho de Nuestro Superhéroe un disparo cruzado. Caprichos del destino, Mamani estaba caminando rumbo a ese mismo arco, donde Gabriel Leopoldo Puentedura ya le había atajado un penal al paraguayo Adolfino Cañete en el Suplementario y donde Banfield se había levantado varias veces de estar KO en la definición por penales.
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Estábamos ya en las series de un penal. Gustavo no recuerda bien, capaz ni siquiera lo dijeron por radio, pero seguro que cuando Mamani iba, se cruzó con Sanguinetti, que había metido su penal, ese que en escasos minutos iba a quedar en la historia como el último penal que pateó Banfield en la tarde cordobesa. No se terminaba más la caminata y para alargar la espera y hacerla más angustiante aún el relator dijo: “Si Mamani erra, Banfield será Campeón”. Por su parte, Rodolfo recuerda bien que un flaco, desconocido para él, que estaba a su lado en la tribuna, le dijo “tranquilo flaco, este lo erra y somos campeones”. Él no quiso ni escucharlo, siguió arrodillado y espiando entre la solapa de su campera y la pierna de ese tipo, mirando el área donde estaban Mamani y Puentedura, de reojo.
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Gustavo y Rodolfo, sin conocerse, confiaban a muerte en que el título no se podía escapar. El Taladro había armado un equipo para ganar el Campeonato por robo. Banfield había contratado a Carlos Babington para ser el DT. Desde Parque Patricios (traídos por el entrenador, con quien ya habían alcanzado el Título del Nacional B con Huracán) llegaron Puentedura, Herrero y Maciel. De Independiente arribó el volante central Lenguita. Higuaín se fue de River y rechazó varias ofertas de Primera “para pelear el Campeonato con un equipo como Banfield, eso me seduce” dijo. Czornomaz había jugado en San Lorenzo e Independiente y llegó al Club para aportar variantes en ofensiva (jugó solo la Primera Rueda, pero hizo varios goles importantes). De Platense vino Diego Díaz, quien mientras jugaba en Banfield estaba en el staff de los programas de Marcelo Tinelli. De Estudiantes de La Plata llegó el jujeño Ortega, capitán y emblema del equipo, quien junto a Stafuza (ex Boca) eran los encargados de patear los penales. Pereyra arribó desde Deportivo Italiano y Kasperkas regresó desde Defensa y Justicia (ya había jugado en Banfield). Estos se sumaron a los que estaban en el Club: Lo Tártaro, Godoy, Benedetti, “Patrulla” Jiménez, Sánchez, “el Tano” Cinto, Selenzo, Roth, Figueroa, Delfino, Wensel, un joven Sanguinetti y santiagueño Juan Carlos “el Pollo” o “el Ilusionista” Roldán, dueño de una técnica y calidad increíbles, solo opacadas por las genialidades de “Garrafa”. En definitiva, demasiado plantel para el Nacional B.
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\nBanfield anduvo bárbaro hasta la mitad de la segunda rueda, cuando por culpa de las lesiones y quizás, porque los rivales le habían encontrado la vuelta a como jugarle, empezó a perder algunos puntos. Lo cierto es que Banfield y Colón monopolizaron la lucha por el Título en la recta Final y llegaron a la última fecha igualados en puntos. Los triunfos de ambos (Banfield le ganó a Unión 2 – 1 en Santa Fe y Colón derrotó a Chaco For Ever por 3 – 0 en el norte) decretaron que una semana después debía haber un partido final en estadio neutral.
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Por antecedentes Banfield era el amplio favorito. Tenía más nombres, le había ganado los dos partidos al “Sabalero” (2 – 0 en Santa Fe y 7 – 0 en el Lencho) y había dominado ampliamente el Torneo en la mayoría del trayecto. Colón, por su parte, estaba beneficiado por el envión que traía, y porque como había peleado de atrás, posiblemente, no tenía tanta responsabilidad.\nLa Final fue muy pobre. Banfield no tenía a su carta goleadora, Wensell, porque había sido expulsado en el partido contra el “Tatengue” y los nervios se apoderaron de unos y otros. Aparte, para que todo sea más duro para Banfield, en el ST el árbitro Juan Carlos Crespi expulsó a Stafuza y Ortega se fue reemplazado, por lo que de cara a una hipotética definición por penales Banfield no iba a tener a los dos jugadores que se habían encargado de patear los penales a lo largo de toda la Temporada. Pero antes de los penales había que pasar el Suplementario, con todo lo que eso significaba: jugar 30 minutos más, y con un hombre menos. Pero antes de esos penales, hubo otro, el de Cañete, cuando Puentedura empezó a edificar la leyenda.
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Leyenda que llegó a su punto culminé cuando Mamani llegó al área y acomodó la pelota. El pensaba meter el penal. Lo que no sabía (posiblemente todavía hoy no lo sepa) es que Nuestro Superhéroe tenía un aliado de lujo: su poste derecho. Este nuevo disparo del jugador de Colón volvió a pegar en ese mismo palo. Entonces, Puentedura salió corriendo en busca de los abrazos de sus compañeros; Sanguinetti, con brazos abiertos, fue en busca de la tribuna; “Bubu” Sánchez se abrazó con Stafuza para dar la vuelta olímpica; Babington dejó de sufrir; Ortega se embanderó de verde y blanco; “el Chueco” Delfino disfrutó en andas de los auxiliares y a “Patrulla” Jiménez no le importó quedar en calzoncillos con tal de ofrendar sus ropas a la hinchas. Gustavo, en el Predio, se paró, bajó esas escaleras que habían hecho las veces de asiento y, siempre cuidando la portátil de papá, salió corriendo y gritando como un condenado. Rodolfo, en el lugar de los acontecimientos, necesitó un minuto para salir de la montaña humana que lo había tapado y abrazarse con ese flaco que le había adelantado el final feliz.
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Pasaron 15 años de aquel Sábado increíble, cargado de suspenso, sufrimiento y emoción. Pasaron 15 años de uno de esos días de los que te vas a acordar toda tu vida donde estabas, con quien y como. Hace memoria, vos, ¿Dónde estabas?.